Declaración de líderes
católicos con motivo de la cumbre de Río+20
Con motivo de la cumbre
de la ONU Río+20 que se desarrolla en Brasil, sobre desarrollo sostenible, la
alianza internacional de agencias católicas de desarrollo CIDSE, a la que se
han unido las firmas de numerosos líderes católicos, incluídos un buen número
de obispos y arzobispos, y representantes de la sociedad civil, han apoyado una
declaración titulada: “Es el momento de replantear y recuperar el control sobre
el futuro de la familia humana”. Ofrecemos el texto de la declaración.
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Nosotros, representantes de la Iglesia Católica y de la sociedad
civil de todos los continentes, trabajando para la erradicación de la pobreza y
el desarrollo integral apelamos a los líderes mundiales para que hagan una
demostración de su liderazgo político en la Conferencia de Rio +20, y a toda la
gente de buena voluntad para que actúen para lograr un mundo justo y
sostenible.
No podemos seguir esperando re-imaginar y re-hacer un mundo mas
verde y mas justo en el que la gente, mujeres y hombres, reconozcan que son una
parte integral de la creación, viviendo en armonía con ella y respetándose
mutuamente los unos a los otros. La tarea es inminente puesto que nos hemos
permitido construir un mundo en el que existe aún demasiada gente sin
suficiente alimento, agua o energía para vivir de forma digna.
Trabajamos a diario con los más necesitados y queremos darles voz.
Las comunidades más pobres están luchando
para tener acceso a los recursos necesarios para su propio
desarrollo, siendo cada vez más vulnerables a las amenazas medioambientales,
mientras que los ecosistemas de los que dependen para ello están agotados y
destrozados.
Vemos cómo la necesidad de tierra, agua, comida, recursos
minerales y energía está aumentando de forma dramática, causando múltiples y
violentos conflictos en el mundo entero. La imperiosa necesidad de recursos
naturales será aún más intensa en las generaciones venideras.
El cambio climático está avanzando con mucha rapidez, por lo cual
no podremos retroceder salvo si empezamos a actuar ahora. La gente más pobre y
vulnerable es la más afectada por este cambio, a pesar de ser la menos
responsable por las causas que lo provocan.
Estamos frente a una enorme tarea, por haber permitido que las
reglas del mercado quedasen fuera de nuestro control, y que su lógica
mercantilista se impusiese en nuestros anhelos y deseos, tratando la diversidad
de la creación de Dios como «natural» y como parte del «capital humano». Hemos
permitido que nuestros deseos humanos y aspiraciones sean fundamentalmente
materialistas en lugar de generosos, impulsados más por el interés personal,
que por la solidaridad.
Juntos, somos capaces de crear nuevos caminos de desarrollo hacia
un mundo justo y sostenible. Además, este cambio depende también de cada uno de
nosotros, con lo cual nuestra tarea primordial es trabajar en una
transformación radical, fomentar estilos de vida alternativos, una nueva
cultura caracterizada por el respeto a la creación, simplicidad y solidaridad,
para un mayor desarrollo humano, verdadero y con calidad de vida. Aunque los
pobres sean marginados, en su lucha diaria para sobrevivir demuestran mucha
creatividad y han trabajado alternativas que constituyen para nosotros una gran
fuente de aprendizaje y de referencia a la hora de adoptar políticas de
incidencia. Hacemos un llamamiento para adoptar, durante la Conferencia de Rio
+20, cambios
estructurales que permitan a las mujeres y a los hombres alcanzar
su pleno potencial en igualdad de condiciones.
¡Es el momento de replantear todo y tomar el control! Ya es hora
de regular el mercado para que sirva al bien común.
Los líderes mundiales se fijan en el crecimiento económico como
principal medida de éxito. No obstante, ¿qué significa realmente el concepto
del «crecimiento económico» si tomamos en cuenta el hecho de que los más pobres
no pueden participar en éste, si nuestra calidad de vida no mejora y las
desigualdades persistentes se profundizan aún más? ¿Qué significa este mismo
concepto si implica la destrucción de nuestros bosques, nuestros océanos y
nuestros recursos naturales? Necesitamos medir las cosas que importan, midamos
de qué manera la economía está reduciendo
la pobreza, creando modos de vida y trabajos dignos, mejorando la
sostenibilidad ecológica y la estabilidad social.
Una economía que nos lleve realmente al desarrollo sostenible
tiene que ser justa y equitativa, reconociendo de forma adecuada la
contribución valiosa de los enfoques locales que generan ventajas sociales y,
sobre todo, respetan la dignidad y los derechos humanos de mujeres y hombres.
El desarrollo sostenible tiene que ser la base de un sistema
financiero debidamente diseñado y regulado, que ponga la dignidad humana, el
interés común y el cuidado de la creación en el centro de la vida económica.
Son elementos fundamentales de un sistema financiero justo, la subsidiariedad y
el mantenimiento de la función social de la propiedad privada, además de la
redistribución a través de los impuestos. Es necesario dar reconocimiento y
apoyo al pequeño e informal sector que constituye una parte importante del
sector privado y es fuente de ingresos y
empleo para millones de personas pobres. Las instituciones
financieras que forman parte de las grandes corporaciones sólo representan una
pequeña parte del sector privado; sin embargo, tienen el mando de la mayoría
del poder y los recursos, se les deberá exigir que demuestren cómo están
contribuyendo al desarrollo sostenible por medio de su transparencia cada vez
mayor y el cambio de sus prácticas insostenibles y explotadoras.
Los gobiernos deberán asegurar que los marcos normativos prioricen
las necesidades y los derechos básicos de las comunidades y los países pobres
para que éstos tengan suficiente acceso al agua, al alimento y la energía, y
asegurarse también de que reciban beneficios por comercializar sus recursos
naturales.
Debe darse prioridad a las mujeres, porque son ellas las que
constituyen la mayoría de la gente que vive en la pobreza y las que se ven más
afectadas por las desigualdades sociales, medioambientales y económicas. Por
ello, en el eje de las políticas de los gobiernos, se deberán adoptar fuertes
medidas para fomentar la igualdad entre mujeres y hombres a nivel social,
económico y medioambiental para el desarrollo justo y sostenible.
El escándalo de que mil millones de personas están pasando hambre
quebranta el derecho humano a la alimentación, y no puede continuar. Hay que
aportar un mayor apoyo a los millones de campesinas y campesinos que trabajan
en armonía con el medioambiente; ellos suponen la fuente más importante en
materia de seguridad alimentaria para los más pobres.
En definitiva, hay que realizar esfuerzos para tratar con urgencia
el cambio climático de origen antropogénico – esa es la amenaza más acuciante
(de los más pobres en particular) a la que ahora nos enfrentamos. Se deben
tomar acciones más ambiciosas, basadas en los principios clave de la Convención
Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Por último, el marco esbozado para desarrollo sostenible deberá
capitalizar también los logros obtenidos; dirigiendo responsabilidades y retos
de desarrollo en países desarrollados y menos desarrollados; deberá ser medible
y comprensible para todo el mundo.
¡Esperamos que la Conferencia de Rio +20 finalice con un mensaje
bien fundamentado de esperanza para todas las generaciones venideras! Esperamos
que los líderes mundiales asuman su responsabilidad y la obligación moral de
sus actos. Hoy hacemos un llamamiento a los líderes mundiales y a todas las
personas de bien, a que sean conscientes de que tienen la oportunidad de hacer
el camino de forma conjunta, un camino hacia un desarrollo equitativo y basado
en los derechos humanos, hacia una vida verdaderamente humana, hacia un mundo
en el que aceptemos que somos parte de la creación que nos ha sido dada para
salvaguardarla.
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