
jueves, 26 de julio de 2012
jueves, 5 de julio de 2012
La verdad del Amor humano
La familia natural –y éste es mi comentario
personal-, está muy maltratada en España. Tanto que, de seguir así, tiende a desaparecer.
¿Qué puede reforzar hoy la familia natural? ¿Este documento de la
Conferencia Episcopal ? Pues seguramente, sí. El ejemplo de unos
padres paseando por la calle con sus tres, cuatro o cinco hijos. Pues quizá
tanto, o más. ¿Las explicaciones que los padres dan a sus hijos, o la alegría
que se ve en ellos? Por supuesto.
Pero también hay otras muchas formas de
contribuir a reforzar la familia natural. A los políticos y legisladores van
dirigidos gran parte del texto. Pero también a los ciudadanos que son quienes
deben influir en la conformar la sociedad.
La llamada “crisis” no es solo económica. Es
también humana y moral. Si destruimos la familia, ¿qué nos queda?
Como veis, existen muchos modos de favorecer
la familia natural.
http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php/documentos-plenaria/2843-la-verdad-del-amor-humano-orientaciones-sobre-el-amor-conyugal-la-ideologia-de-genero-y-la-legislacion-familiar.html
martes, 3 de julio de 2012
Bendito Paladar
PRIMERA TEMPORADA COMPLETA (4 DVD)
La Serie de TV en DVD "Bendito Paladar" en la que Sor Liliana y Sor Beatriz (monjas de clausura Concepcionistas Franciscanas) nos enseñan recetas tradicionales y sencillas con un toque divino.
Bendito Paladar es el programa de cocina revelación de la televisión española. Sor Beatriz y Sor Liliana, con su espontaneidad y naturalidad, nos explican sus recetas y su vida de oración desde un lugar muy especial: los fogones de la cocina de su convento.

La primera temporada completa de la serie (4 DVD), de gran éxito en televisión, es una producción de 13TV dirigida por Ana Alderete. Contiene 66 recetas en 22 programas completos. En cada programa aprendemos a preparar, de manera fácil y divertida, tres recetas sorprendentes...
http://www.encristiano.com/oferta/bendito-paladar.html
'LA CRISIS NO ES SÓLO ECONÓMICA SINO MORAL Y DE VALORES'
Carta pastoral del cardenal Rouco con
motivo del Día de la Caridad
MADRID, martes 5 junio 2012 (ZENIT.org).-
El próximo domingo, 10 de junio, solemnidad del Corpus Christi, se celebrará el
Día de la Caridad, este año con el lema ‘Venid hambrientos y sedientos’. Con
este motivo el cardenal arzobispo de Madrid Antonio María Rouco Varela ha
escrito una carta pastoral en la que afirma que la crisis no es sólo económica
y financiera sino moral y de valores.
En su carta el cardenal Rouco recuerda que
“en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, fiesta grande de la
Eucaristía, del Amor infinito de Dios a los hombres, la Iglesia celebra el Día
de la Caridad. El Señor, al instituir la Eucaristía en la Última Cena, anticipa
su muerte y resurrección, dándose a sí mismo en el pan y vino, su Cuerpo y su
Sangre, como nuevo maná. Al celebrar la Eucaristía, al participar comulgando el
Pan de la Vida –el mismo Jesucristo- nos implicamos en el dinamismo de su
entrega, y en la comunión sacramental quedamos unidos al Señor todos los que
comulgamos. La unión con Cristo es unión al mismo tiempo con todos a los que Él
se entrega. En la comunión eucarística está incluido el ser amado por Dios y el
amor a los otros”.
En alusión al Día de la Caridad, dice que
“es mucho tiempo, varios años, el que llevamos afectados por la grave crisis
cuyos efectos devastadores no han dejado de crecer. Los datos que de un modo
periódico hemos ido conociendo, sobre todo el número de personas que pierden el
empleo, son alarmantes, por las graves consecuencias que afectan a tantas
personas y familias cuya situación de penuria está siendo en muchos casos
dramática”. “Pero la crisis no es sólo económica y financiera, también estamos
padeciendo una profunda crisis moral y de valores. Se idolatra el confort, el
bienestar, el dinero, el placer… introduciéndose hondamente en el modo de vida
establecido y se rechaza al Dios verdadero. Esta es la raíz fundamental de
todos nuestros males. No saldremos de esta situación si no nos convertimos y
volvemos nuestra vida a Dios, origen de todo bien”.
Y es que, asegura, “es el amor de Dios el
que nos impulsa a vivir amando y sirviendo, y con él, recibimos la gracia para
construir una sociedad más justa y fraterna, austera y solidaria, apartándonos
de la codicia, la acumulación de bienes y el enriquecimiento rápido. Es el amor
de Dios el que impulsa al corazón humano a amar y este amor es servir, siendo
cauces del amor de Dios para los otros”.
Recuerda que “Cristo es ‘el Camino, la
Verdad y la Vida’ (Jn 14,6), y es en Él y con Él de quien recibiremos la
fuerza, hecha caridad, para acertar en la salida de la crisis. Sin esta
caridad, que es generosidad sincera, servicio desinteresado, solidaridad
fraterna y austeridad, será imposible introducir los cambios necesarios en el
estilo de vida y en las costumbres sociales y políticas que han conducido a la
crisis y que seguirán amenazantes siempre”.
“Nuestra Cáritas Diocesana, Cáritas
Madrid, ha sido galardonada recientemente con la medalla de oro de la Comunidad
Autónoma de Madrid y también cuenta con el apoyo y reconocimiento de gran parte
de la población. Cáritas Madrid es la institución de nuestra Iglesia Diocesana
al servicio de los pobres. Es el amor de Dios el que moviliza a tantos
corazones a vivir amando y sirviendo a los que sufren. Las parroquias, cáritas
parroquiales, instituciones de consagrados, voluntarios, donantes,
suscriptores, trabajadores, técnicos… y beneficiarios, formamos esa gran
familia de Cáritas Diocesana donde circula por los corazones la fraternidad y
la concordia, la generosidad y la esperanza”.
Reconoce que, “aunque en este tiempo las
ayudas que Cáritas ha hecho llegar a las personas que sufren más duramente las
consecuencias de la crisis han crecido muy significativamente, los fondos de
Cáritas siguen aumentando gracias a la generosidad de suscriptores y donantes.
Os agradezco sinceramente que este ‘milagro’ de generosidad siga siendo
posible. También quiero expresar mi agradecimiento a todas las personas que,
viendo las dificultades de tantos que están siendo golpeados por la crisis, se
dedican a amar y a servir, acompañando y atendiendo a los más necesitados”. Y
es que “este modo de vivir, amando y sirviendo a los que nadie quiere, es vivir
en plenitud, que sólo podemos conseguir sintiéndonos amados por Dios”,
afirma.
Por eso, manifiesta su deseo de que “esta
manera de vivir de tantas personas que a través de Cáritas aman y sirven a los
pobres, sea un ejemplo y un estímulo para toda la ciudadanía y, caminando
juntos, salgamos de esta crisis construyendo una sociedad más justa y
fraterna”.
Y concluye pidiendo a la Virgen que “nos
ayude a descubrir la grandeza de la Eucaristía: que el Amor de Cristo llegue a
nuestros corazones y nos dé fuerza para amar como Él nos ama, acompañando y
sirviendo a los que sufren, construyendo un mundo nuevo y distinto, donde el
Amor de Dios sea la fuerza transformadora de la vida en nuestra sociedad”.
http://www.zenit.org/article-42372?l=spanish
'NO HAY FUTURO EN LA HUMANIDAD SIN LA FAMILIA'
Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia
General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 6 junio
2012 (ZENIT.org).- En la mañana de este miércoles ha tenido lugar la Audiencia
General, a las 10,30 horas, en la plaza de San Pedro donde Benedicto XVI se ha
encontrado con grupos de peregrinos y fieles llegados de Italia y de otros
países. En su discurso ha recordado su reciente viaje a Milán para encontrarse
con las familias del mundo. Ofrecemos el texto del discurso.
*****
Queridos hermanos y hermanas:
"La Familia, el trabajo y la
fiesta": este fue el tema del VII Encuentro Mundial de las Familias, que
se celebró recientemente en Milán. Todavía conservo en los ojos y en el
corazón, las imágenes y las emociones de este inolvidable y maravilloso evento,
que ha transformado a Milán en una ciudad de las familias: familias de todo el
mundo, unidas por la alegría de creer en Jesucristo. Estoy profundamente
agradecido a Dios por haberme permitido vivir esta cita "con" las
familias y "para" la familia. En cuantos me han escuchado en los
últimos días, he encontrado una sincera disponibilidad a acoger y testimoniar
el "Evangelio de la familia". Sí, porque no hay futuro en la humanidad
sin la familia; especialmente los jóvenes, para aprender los valores que dan
sentido a la existencia, tienen necesidad de nacer y crecer en esa comunidad de
vida y amor que Dios ha querido para el hombre y la mujer.
El encuentro con las numerosas familias
provenientes de los diferentes continentes, me ha dado la feliz oportunidad de
visitar por primera vez como Sucesor de Pedro, la archidiócesis de Milán. Me
acogieron con gran cordialidad --por lo cual estoy profundamente agradecido--,
el cardenal Angelo Scola, los presbíteros y todos los fieles, así como el
alcalde y las demás autoridades. He podido experimentar así tan de cerca, la fe
de la población ambrosiana, rica en historia, cultura, humanidad y de ejercicio
de la caridad.
En la Plaza del Duomo, símbolo y
corazón de la ciudad, se tuvo el primer evento de esta intensa visita pastoral
de tres días. No puedo olvidar ese abrazo tan cálido de la multitud de
milaneses, y de los participantes en el VII Encuentro Mundial de las Familias,
que me han acompañado también a través de todo el recorrido de mi visita, con
calles llenas de personas. Una vastedad de familias en fiesta, que con
sentimientos de profunda participación se han unido al pensamiento afectuoso y
solidario que dirigí a quienes tienen necesidad de ayuda y de consuelo, y que
son afectados por varias preocupaciones, especialmente a las familias más
afectadas por la crisis económica, así como a las queridas poblaciones del
terremoto. En este primer encuentro con la ciudad, he querido sobretodo hablar
al corazón de los fieles ambrosianos, exhortándolos a vivir la fe en su propia
experiencia privada y pública, a fin de favorecer un auténtico “bienestar”, a
partir de la familia, que se le redescubre como principal patrimonio de la
humanidad. Desde lo alto del Duomo (Catedral de Milán ndr), la
estatua de la Virgen con los brazos abiertos parecía acoger con ternura
maternal a todas las familias de Milán y del mundo entero.
Milán me ha reservado también un singular
y noble saludo en uno de los lugares más sugestivos y significativos de la
ciudad, como es el Teatro alla Scala, donde se escribieron páginas
importantes en la historia del país, bajo el impulso de grandes valores espirituales
e ideales. En este templo de la música, las notas de la Novena Sinfonía de
Ludwig van Beethoven han dado voz a esa instancia de universalidad y de
fraternidad, que la Iglesia continúa presentando incansablemente, con el
anuncio del Evangelio. Y justamente, fue un contraste entre este ideal y los
dramas de la historia, y la exigencia de un Dios cercano que comparta nuestros
sufrimientos, con que hice referencia al final del concierto, dedicándolo a
tantos hermanos y hermanas probados por el terremoto. Hice hincapié de que en
Jesús de Nazaret, Dios se vuelve cercano y carga con nosotros nuestro
sufrimiento. Al final de ese intenso momento artístico y espiritual, he querido
referirme a la familia del tercer milenio, recordando que es en familia donde
se experimenta por primera vez cómo la persona humana no ha sido creada para
vivir encerrada en sí misma, sino en relación con los demás; y es en la familia
que se empieza a encender en el corazón la luz de la paz para iluminar nuestro
mundo.
Al día siguiente en el Duomo, rebosante
de sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas, en presencia de numerosos
cardenales y obispos que llegaron a Milán de diversos países del mundo, he
celebrado la Hora Tercia según la liturgia ambrosiana. Allí he querido subrayar
el valor del celibato y de la virginidad consagrada, tan querida por el gran
san Ambrosio. El celibato y la virginidad en la Iglesia son un signo luminoso
del amor a Dios y a los hermanos, que parte de una relación cada vez más íntima
con Cristo, que se expresa en la oración y en el don total de sí mismo.
Un momento lleno de gran emoción fue luego
la cita en el estadio "Meazza", donde experimenté el abrazo de una
multitud gozosa de adolescentes que este año han recibido o están a punto de
recibir el sacramento de la Confirmación. La cuidadosa preparación del evento,
con textos significativos y oraciones, así como coreografías, hicieron aún más
estimulante el encuentro. A los muchachos ambrosianos les dirigí un llamado a
dar un “sí” libre y consciente al Evangelio de Jesús, acogiendo el don del
Espíritu Santo, que les permita como cristianos vivir el Evangelio y a ser
miembros activos de la comunidad. Los animé a comprometerse, en particular en
el estudio y en el servicio generoso al prójimo.
El encuentro con los representantes de las
autoridades institucionales, de los empresarios y de los trabajadores, del
mundo de la cultura y de la educación de la sociedad milanese y lombarda, me
permitió relevar la importancia de que la legislación y las obras de las
instituciones del Estado estén al servicio y protejan a la persona en todos sus
aspectos, empezando por el derecho a la vida, de la cual no se puede jamás
consentir su eliminación deliberada, así como el reconocimiento de la identidad
misma de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer.
Después de esta última cita dedicada a la
realidad diocesana y ciudadana, me dirigí la extensa área del Parque Norte, en
el territorio de Bresso, donde he participado de la estimulante Fiesta de los Testimonios,
que llevaba el título "Un mundo, familia, amor". Aquí he tenido el
placer de encontrar a millones de personas, un arco iris de familias italianas
y de todo el mundo, ya reunidos desde la primera tarde en un ambiente festivo y
de genuina calidez familiar. Respondiendo a las preguntas de algunas familias,
surgidas de sus vidas y de sus experiencias, he querido dar una señal del
diálogo abierto que existe entre las familias y la Iglesia, entre el mundo y la
Iglesia. Me quedé muy impresionado por los testimonios conmovedores de los
cónyuges y de los hijos de diferentes continentes, sobre cuestiones candentes
de nuestro tiempo: la crisis económica, la dificultad de conciliar los tiempos
de trabajo con los de la familia, la proliferación de las separaciones y
divorcios, así como las preguntas existenciales que afectan a adultos, niños y
jóvenes. Aquí quisiera recordar lo que dije en defensa del tiempo para la
familia, amenazada por una especie de "acoso" de los compromisos de
trabajo: el domingo es el día del Señor y del hombre, un día en que todo el
mundo debería estar libre, libre para la familia y libre para Dios.
¡Defendiendo el domingo, defendemos la libertad del hombre!
La Santa Misa del domingo 3 de junio,
conclusiva del VII Encuentro Mundial de las Familias, ha contado con la
participación de una gran asamblea de oración, que llenó toda el área del
aeropuerto de Bresso, convertida casi en una gran catedral al aire, gracias
también a las reproducción de los magníficos vitrales policromados del Duomo,
que destacaban en el escenario. Ante esa gran cantidad de fieles, provenientes
de diversas naciones y profundamente participativos en una liturgia muy bien
cuidada, he lanzado un llamado a construir comunidades eclesiales que sean cada
vez más familia, capaces de reflejar la belleza de la Santísima Trinidad y de
evangelizar no solo con la palabra, sino por irradiación, con la fuerza de un
amor vivido, porque el amor es la única fuerza que puede transformar el mundo.
También hice hincapié en la importancia de
la "tríada" familia, trabajo y fiesta. Son tres dones de Dios, tres
dimensiones de nuestra vida que deben encontrar un equilibrio armónico para
construir sociedades con rostro humano.
Siento una profunda gratitud por estos
maravillosos días en Milán. Gracias al cardenal Ennio Antonelli y al Consejo
Pontificio para la Familia, a todas las autoridades, por su presencia y la
colaboración con el evento; gracias también al Presidente del Consejo de
Ministros de la República Italiana por su participación en la Santa Misa del
domingo. Y renuevo un "gracias" cordial a las diferentes
instituciones que han colaborado generosamente con la Santa Sede y con la
Arquidiócesis de Milán para la organización del Encuentro, que ha tenido un
gran éxito pastoral y eclesial, como se ha informado ampliamente en todo el
mundo. Este, de hecho, ha convocado a Milán más de un millón de personas, que
durante varios días han invadido pacíficamente las calles, testimoniando la
belleza de la familia, esperanza para la humanidad.
El Encuentro Mundial de Milán fue una
elocuente «epifanía» de la familia, que se mostró en sus diversas expresiones,
así como también en la singularidad de su identidad sustancial: la de una
comunión de amor, fundada sobre el matrimonio y llamada a ser un santuario de
la vida, pequeña Iglesia, célula de la sociedad. Desde Milán se ha lanzado al
mundo un mensaje de esperanza, fundamentada por las experiencias vividas: de
que es posible y gozoso, aunque difícil, experimentar el amor fiel, "para
siempre", abierto a la vida; que es posible participar como familia a la
misión de la Iglesia y a la construcción de la sociedad. Que con la ayuda de
Dios y la especial protección de María Santísima, Reina de la Familia, la
experiencia vivida en Milán sea portadora de frutos abundantes para el camino
de la Iglesia, y el auspicio de una mayor atención a la causa de la familia,
que es la causa misma del hombre y de la civilización. Gracias.
Traducido del original italiano por José
Antonio Varela V.
©Librería Editorial Vaticana
El embrión: es uno de nosotros
El embrión: uno de nosotros.
Por Maurizio Moscone
Fuente: Zenit, 8 de abril de 2012
“Se han destruido 94 embriones, 130 ovocitos y 5
muestras de líquido seminal (debido) a una elevación de la temperatura, con
nivel cero de nitrógeno y el vaciamiento del tanque”. Estas fueron las
declaraciones del Centro de Procreación Asistida para explicar lo que sucedió a
inicios de abril en el hospital San Filippo Neri de Roma.Los matutinos subrayaron que el accidente ha perjudicado a las parejas a las cuales estaban destinadas los embriones. A ellas, la fundación Atinori les prometió la procreación asistida gratis.
Todos se han preocupado de los futuros padres adoptivos, pero ¿quién se ha preocupado de los hijos? Alguien podrá interrogarse: ¿Por qué llamarlos hijos?, si como afirma Singer en Ética Práctica: “Los fetos, los niños recién nacidos y los descapacitados son no-personas, menos concientes y racionales de ciertos animales no humanos. Es legítimo matarlos”.
Singer es uno de los filósofos sobre bioética más famosos del mundo y no es el único que sostiene estas tesis. Por ejemplo, Engelhardt afirma en The foundations of Bioethics: “No todos los seres humanos son personas. Los fetos, los infantes, los retadados mentales graves y los que están en coma sin esperanza constituyen ejemplos de no-personas”.
Parfit por su parte, sostiene que “los niños pequeños y los viejos con grave déficit mental no son personas (...) y no lo son ni siquiera quienes temporáneamente están privados de la conciencia”.
Estos autoproclamados filósofos han obtenido una gran cantidad de seguidores no solamente entre los intelectuales sino también entre los políticos. Singer por ejemplo fue consejero del ex presidente español Rodríguez Zapatero, cuyo gobierno presentó un proyecto de ley inspirado en dicho pensamiento, según el cual los derechos de las personas se amplía hasta los monos.
El proyecto no fue aprobado debido a que cayó dicho gobierno. Pero para este especialista de bioética, los fetos, los recién nacidos y los discapacitados son no-personas, mientras que los monos antropormofos son personas.
Singer lo afirmó en 1994 en una entrevista al diario italiano L’Unitá: “Chimpancé, gorilas y orangutanes tienen una compleja y rica vida emocional; desarrollan relaciones interpersonales cercanas y duraderas; tienen una memoria de largo período y tienen autoconciencia; pueden resolver problemas muy complejos, que claramente piden reflexión; y pueden sufrir sea físicamente que psicológicamente. En una palabra son personas (sic)”.
Según el ‘filósofo’, los monos antropomorfos son personas porque son individuos conscientes, mientras los fetos, los recién nacidos y los discapacitados son no-personas, en tanto individuos privados de conciencia.
Lo que discrimina una persona de la no-persona según este pensamiento es la conciencia: si un animal o un ser humano está privado de la conciencia es una no-persona, si en cambio está conciente es una persona.
Spaemann sostiene, en Personas, sobre la diferencia entre “algo” y “alguien”, y que este modo de pensar encuentra sus orígenes en la filosofía moderna, en particular en el pensamiento de Descartes que identificaba la persona con la actividad pensante y por lo tanto con la conciencia. De hecho el filósofo se pregunta en las Meditaciones metafísicas: “¿Qué cosa soy por lo tanto yo?” y responde “una cosa que piensa”.
Posiciones análogas las encontramos en Locke, según el cual “sin conciencia no hay persona” (Ensayo sobre el intelecto humano), en donde distingue la idea de hombre de la idea de persona, la cual implica autoconciencia. Análogamente Kant, en Metafísica de las costumbres, distingue entre el ser humano como animal racional, instintivo y pasional (homo phaenomenon) y el ser humano como persona espiritual y moral (homo noumenon).
Y para concluir citamos a Hegel en la Fenomenología del espíritu, que identifica la existencia de las personas con la aparición de la conciencia individual.
La filosofía moderna seguramente ha alimentado el modo de pensar de los actuales bioéticos, quienes consideran los fetos humanos como cosas y no como personas, sin argumentar sus tesis, a diferencia de como lo hacían los filósofos antes mencionados.
Lo que une su pensamiento es una ideología neopagana, nostálgica del mundo pre-cristiano.
De hecho, escribe Singer en Ética Práctica, “Si volvemos a los orígenes de la civilización occidental, a los tiempos de los griegos o de los romanos, encontramos (…) que el pertenecer a la especie homo sapiens no era suficiente para garantizar la protección de la propia vida”.
El filósofo Rorty afirma, en Objectivity, Relativism and Truth: “Si se mira a un niño como a un ser humano, a pesar de la falta de relaciones sociales y culturales elementales, esto se debe solamente a la influencia de la tradición hebraico-cristiana y a su específica concepción de persona humana”.
Es verdad, fue el cristianismo el que afirmó la dignidad de la persona humana, desde la concepción hasta la muerte natural.
De hecho se lee en la Carta a Diogneto (siglo II), que los cristianos “se casan como todos, generan hijos, pero no arrojan a los recién nacidos” porque “es ya un hombre aquel que lo será”, sentenciaba Tertuliano.
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