jueves, 5 de julio de 2012

La verdad del Amor humano




La Conferencia Episcopal Española acaba de publicar un importante texto sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar. Puede verse –e imprimirse- (al pie de esta nota) Habrá salido publicado en otros sitios, pero hoy viene el texto completo en la separata de información religiosa Alfa y Omega, del ABC.

   La familia natural –y éste es mi comentario personal-, está muy maltratada en España. Tanto que, de seguir así, tiende a desaparecer. ¿Qué puede reforzar hoy la familia natural? ¿Este documento de la Conferencia Episcopal? Pues seguramente, sí. El ejemplo de unos padres paseando por la calle con sus tres, cuatro o cinco hijos. Pues quizá tanto, o más. ¿Las explicaciones que los padres dan a sus hijos, o la alegría que se ve en ellos? Por supuesto.

   Pero también hay otras muchas formas de contribuir a reforzar la familia natural. A los políticos y legisladores van dirigidos gran parte del texto. Pero también a los ciudadanos que son quienes deben influir en la conformar la sociedad.

   La llamada “crisis” no es solo económica. Es también humana y moral. Si destruimos la familia, ¿qué nos queda?

   Como veis, existen muchos modos de favorecer la familia natural.

http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php/documentos-plenaria/2843-la-verdad-del-amor-humano-orientaciones-sobre-el-amor-conyugal-la-ideologia-de-genero-y-la-legislacion-familiar.html

martes, 3 de julio de 2012

Bendito Paladar



PRIMERA TEMPORADA COMPLETA (4 DVD)

 
La Serie de TV en DVD "Bendito Paladar" en la que Sor Liliana y Sor Beatriz (monjas de clausura Concepcionistas Franciscanas) nos enseñan recetas tradicionales y sencillas con un toque divino.
Bendito Paladar es el programa de cocina revelación de la televisión española. Sor Beatriz y Sor Liliana, con su espontaneidad y naturalidad, nos explican sus recetas y su vida de oración desde un lugar muy especial: los fogones de la cocina de su convento.
Bendito Paladar Sor Liliana y Sor Beatriz vivían en la tranquilidad de su convento de clausura, en la ciudad de Segovia, cuando les llegó, casi por casualidad, una propuesta que cambió sus vidas y las de todas las hermanas del convento.
La primera temporada completa de la serie (4 DVD), de gran éxito en televisión, es una producción de 13TV dirigida por Ana Alderete. Contiene 66 recetas en 22 programas completos. En cada programa aprendemos a preparar, de manera fácil y divertida, tres recetas sorprendentes...

http://www.encristiano.com/oferta/bendito-paladar.html

'LA CRISIS NO ES SÓLO ECONÓMICA SINO MORAL Y DE VALORES'




Carta pastoral del cardenal Rouco con motivo del Día de la Caridad

MADRID, martes 5 junio 2012 (ZENIT.org).- El próximo domingo, 10 de junio, solemnidad del Corpus Christi, se celebrará el Día de la Caridad, este año con el lema ‘Venid hambrientos y sedientos’. Con este motivo el cardenal arzobispo de Madrid Antonio María Rouco Varela ha escrito una carta pastoral en la que afirma que la crisis no es sólo económica y financiera sino moral y de valores.
En su carta el cardenal Rouco recuerda que “en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, fiesta grande de la Eucaristía, del Amor infinito de Dios a los hombres, la Iglesia celebra el Día de la Caridad. El Señor, al instituir la Eucaristía en la Última Cena, anticipa su muerte y resurrección, dándose a sí mismo en el pan y vino, su Cuerpo y su Sangre, como nuevo maná. Al celebrar la Eucaristía, al participar comulgando el Pan de la Vida –el mismo Jesucristo- nos implicamos en el dinamismo de su entrega, y en la comunión sacramental quedamos unidos al Señor todos los que comulgamos. La unión con Cristo es unión al mismo tiempo con todos a los que Él se entrega. En la comunión eucarística está incluido el ser amado por Dios y el amor a los otros”. 
En alusión al Día de la Caridad, dice que “es mucho tiempo, varios años, el que llevamos afectados por la grave crisis cuyos efectos devastadores no han dejado de crecer. Los datos que de un modo periódico hemos ido conociendo, sobre todo el número de personas que pierden el empleo, son alarmantes, por las graves consecuencias que afectan a tantas personas y familias cuya situación de penuria está siendo en muchos casos dramática”. “Pero la crisis no es sólo económica y financiera, también estamos padeciendo una profunda crisis moral y de valores. Se idolatra el confort, el bienestar, el dinero, el placer… introduciéndose hondamente en el modo de vida establecido y se rechaza al Dios verdadero. Esta es la raíz fundamental de todos nuestros males. No saldremos de esta situación si no nos convertimos y volvemos nuestra vida a Dios, origen de todo bien”. 
Y es que, asegura, “es el amor de Dios el que nos impulsa a vivir amando y sirviendo, y con él, recibimos la gracia para construir una sociedad más justa y fraterna, austera y solidaria, apartándonos de la codicia, la acumulación de bienes y el enriquecimiento rápido. Es el amor de Dios el que impulsa al corazón humano a amar y este amor es servir, siendo cauces del amor de Dios para los otros”. 
Recuerda que “Cristo es ‘el Camino, la Verdad y la Vida’ (Jn 14,6), y es en Él y con Él de quien recibiremos la fuerza, hecha caridad, para acertar en la salida de la crisis. Sin esta caridad, que es generosidad sincera, servicio desinteresado, solidaridad fraterna y austeridad, será imposible introducir los cambios necesarios en el estilo de vida y en las costumbres sociales y políticas que han conducido a la crisis y que seguirán amenazantes siempre”. 
“Nuestra Cáritas Diocesana, Cáritas Madrid, ha sido galardonada recientemente con la medalla de oro de la Comunidad Autónoma de Madrid y también cuenta con el apoyo y reconocimiento de gran parte de la población. Cáritas Madrid es la institución de nuestra Iglesia Diocesana al servicio de los pobres. Es el amor de Dios el que moviliza a tantos corazones a vivir amando y sirviendo a los que sufren. Las parroquias, cáritas parroquiales, instituciones de consagrados, voluntarios, donantes, suscriptores, trabajadores, técnicos… y beneficiarios, formamos esa gran familia de Cáritas Diocesana donde circula por los corazones la fraternidad y la concordia, la generosidad y la esperanza”. 
Reconoce que, “aunque en este tiempo las ayudas que Cáritas ha hecho llegar a las personas que sufren más duramente las consecuencias de la crisis han crecido muy significativamente, los fondos de Cáritas siguen aumentando gracias a la generosidad de suscriptores y donantes. Os agradezco sinceramente que este ‘milagro’ de generosidad siga siendo posible. También quiero expresar mi agradecimiento a todas las personas que, viendo las dificultades de tantos que están siendo golpeados por la crisis, se dedican a amar y a servir, acompañando y atendiendo a los más necesitados”. Y es que “este modo de vivir, amando y sirviendo a los que nadie quiere, es vivir en plenitud, que sólo podemos conseguir sintiéndonos amados por Dios”, afirma. 
Por eso, manifiesta su deseo de que “esta manera de vivir de tantas personas que a través de Cáritas aman y sirven a los pobres, sea un ejemplo y un estímulo para toda la ciudadanía y, caminando juntos, salgamos de esta crisis construyendo una sociedad más justa y fraterna”. 
Y concluye pidiendo a la Virgen que “nos ayude a descubrir la grandeza de la Eucaristía: que el Amor de Cristo llegue a nuestros corazones y nos dé fuerza para amar como Él nos ama, acompañando y sirviendo a los que sufren, construyendo un mundo nuevo y distinto, donde el Amor de Dios sea la fuerza transformadora de la vida en nuestra sociedad”.  


http://www.zenit.org/article-42372?l=spanish

'NO HAY FUTURO EN LA HUMANIDAD SIN LA FAMILIA'



Palabras de Benedicto XVI en la Audiencia General

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 6 junio 2012 (ZENIT.org).- En la mañana de este miércoles ha tenido lugar la Audiencia General, a las 10,30 horas, en la plaza de San Pedro donde Benedicto XVI se ha encontrado con grupos de peregrinos y fieles llegados de Italia y de otros países. En su discurso ha recordado su reciente viaje a Milán para encontrarse con las familias del mundo. Ofrecemos el texto del discurso.
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Queridos hermanos y hermanas:
"La Familia, el trabajo y la fiesta": este fue el tema del VII Encuentro Mundial de las Familias, que se celebró recientemente en Milán. Todavía conservo en los ojos y en el corazón, las imágenes y las emociones de este inolvidable y maravilloso evento, que ha transformado a Milán en una ciudad de las familias: familias de todo el mundo, unidas por la alegría de creer en Jesucristo. Estoy profundamente agradecido a Dios por haberme permitido vivir esta cita "con" las familias y "para" la familia. En cuantos me han escuchado en los últimos días, he encontrado una sincera disponibilidad a acoger y testimoniar el "Evangelio de la familia". Sí, porque no hay futuro en la humanidad sin la familia; especialmente los jóvenes, para aprender los valores que dan sentido a la existencia, tienen necesidad de nacer y crecer en esa comunidad de vida y amor que Dios ha querido para el hombre y la mujer.
El encuentro con las numerosas familias provenientes de los diferentes continentes, me ha dado la feliz oportunidad de visitar por primera vez como Sucesor de Pedro, la archidiócesis de Milán. Me acogieron con gran cordialidad --por lo cual estoy profundamente agradecido--, el cardenal Angelo Scola, los presbíteros y todos los fieles, así como el alcalde y las demás autoridades. He podido experimentar así tan de cerca, la fe de la población ambrosiana, rica en historia, cultura, humanidad y de ejercicio de la caridad.
En la Plaza del Duomo, símbolo y corazón de la ciudad, se tuvo el primer evento de esta intensa visita pastoral de tres días. No puedo olvidar ese abrazo tan cálido de la multitud de milaneses, y de los participantes en el VII Encuentro Mundial de las Familias, que me han acompañado también a través de todo el recorrido de mi visita, con calles llenas de personas. Una vastedad de familias en fiesta, que con sentimientos de profunda participación se han unido al pensamiento afectuoso y solidario que dirigí a quienes tienen necesidad de ayuda y de consuelo, y que son afectados por varias preocupaciones, especialmente a las familias más afectadas por la crisis económica, así como a las queridas poblaciones del terremoto. En este primer encuentro con la ciudad, he querido sobretodo hablar al corazón de los fieles ambrosianos, exhortándolos a vivir la fe en su propia experiencia privada y pública, a fin de favorecer un auténtico “bienestar”, a partir de la familia, que se le redescubre como principal patrimonio de la humanidad. Desde lo alto del Duomo (Catedral de Milán ndr), la estatua de la Virgen con los brazos abiertos parecía acoger con ternura maternal a todas las familias de Milán y del mundo entero.
Milán me ha reservado también un singular y noble saludo en uno de los lugares más sugestivos y significativos de la ciudad, como es el Teatro alla Scala, donde se escribieron páginas importantes en la historia del país, bajo el impulso de grandes valores espirituales e ideales. En este templo de la música, las notas de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven han dado voz a esa instancia de universalidad y de fraternidad, que la Iglesia continúa presentando incansablemente, con el anuncio del Evangelio. Y justamente, fue un contraste entre este ideal y los dramas de la historia, y la exigencia de un Dios cercano que comparta nuestros sufrimientos, con que hice referencia al final del concierto, dedicándolo a tantos hermanos y hermanas probados por el terremoto. Hice hincapié de que en Jesús de Nazaret, Dios se vuelve cercano y carga con nosotros nuestro sufrimiento. Al final de ese intenso momento artístico y espiritual, he querido referirme a la familia del tercer milenio, recordando que es en familia donde se experimenta por primera vez cómo la persona humana no ha sido creada para vivir encerrada en sí misma, sino en relación con los demás; y es en la familia que se empieza a encender en el corazón la luz de la paz para iluminar nuestro mundo.
Al día siguiente en el Duomo, rebosante de sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas, en presencia de numerosos cardenales y obispos que llegaron a Milán de diversos países del mundo, he celebrado la Hora Tercia según la liturgia ambrosiana. Allí he querido subrayar el valor del celibato y de la virginidad consagrada, tan querida por el gran san Ambrosio. El celibato y la virginidad en la Iglesia son un signo luminoso del amor a Dios y a los hermanos, que parte de una relación cada vez más íntima con Cristo, que se expresa en la oración y en el don total de sí mismo.
Un momento lleno de gran emoción fue luego la cita en el estadio "Meazza", donde experimenté el abrazo de una multitud gozosa de adolescentes que este año han recibido o están a punto de recibir el sacramento de la Confirmación. La cuidadosa preparación del evento, con textos significativos y oraciones, así como coreografías, hicieron aún más estimulante el encuentro. A los muchachos ambrosianos les dirigí un llamado a dar un “sí” libre y consciente al Evangelio de Jesús, acogiendo el don del Espíritu Santo, que les permita como cristianos vivir el Evangelio y a ser miembros activos de la comunidad. Los animé a comprometerse, en particular en el estudio y en el servicio generoso al prójimo.
El encuentro con los representantes de las autoridades institucionales, de los empresarios y de los trabajadores, del mundo de la cultura y de la educación de la sociedad milanese y lombarda, me permitió relevar la importancia de que la legislación y las obras de las instituciones del Estado estén al servicio y protejan a la persona en todos sus aspectos, empezando por el derecho a la vida, de la cual no se puede jamás consentir su eliminación deliberada, así como el reconocimiento de la identidad misma de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer.
Después de esta última cita dedicada a la realidad diocesana y ciudadana, me dirigí la extensa área del Parque Norte, en el territorio de Bresso, donde he participado de la estimulante Fiesta de los Testimonios, que llevaba el título "Un mundo, familia, amor". Aquí he tenido el placer de encontrar a millones de personas, un arco iris de familias italianas y de todo el mundo, ya reunidos desde la primera tarde en un ambiente festivo y de genuina calidez familiar. Respondiendo a las preguntas de algunas familias, surgidas de sus vidas y de sus experiencias, he querido dar una señal del diálogo abierto que existe entre las familias y la Iglesia, entre el mundo y la Iglesia. Me quedé muy impresionado por los testimonios conmovedores de los cónyuges y de los hijos de diferentes continentes, sobre cuestiones candentes de nuestro tiempo: la crisis económica, la dificultad de conciliar los tiempos de trabajo con los de la familia, la proliferación de las separaciones y divorcios, así como las preguntas existenciales que afectan a adultos, niños y jóvenes. Aquí quisiera recordar lo que dije en defensa del tiempo para la familia, amenazada por una especie de "acoso" de los compromisos de trabajo: el domingo es el día del Señor y del hombre, un día en que todo el mundo debería estar libre, libre para la familia y libre para Dios. ¡Defendiendo el domingo, defendemos la libertad del hombre!
La Santa Misa del domingo 3 de junio, conclusiva del VII Encuentro Mundial de las Familias, ha contado con la participación de una gran asamblea de oración, que llenó toda el área del aeropuerto de Bresso, convertida casi en una gran catedral al aire, gracias también a las reproducción de los magníficos vitrales policromados del Duomo, que destacaban en el escenario. Ante esa gran cantidad de fieles, provenientes de diversas naciones y profundamente participativos en una liturgia muy bien cuidada, he lanzado un llamado a construir comunidades eclesiales que sean cada vez más familia, capaces de reflejar la belleza de la Santísima Trinidad y de evangelizar no solo con la palabra, sino por irradiación, con la fuerza de un amor vivido, porque el amor es la única fuerza que puede transformar el mundo.
También hice hincapié en la importancia de la "tríada" familia, trabajo y fiesta. Son tres dones de Dios, tres dimensiones de nuestra vida que deben encontrar un equilibrio armónico para construir sociedades con rostro humano.
Siento una profunda gratitud por estos maravillosos días en Milán. Gracias al cardenal Ennio Antonelli y al Consejo Pontificio para la Familia, a todas las autoridades, por su presencia y la colaboración con el evento; gracias también al Presidente del Consejo de Ministros de la República Italiana por su participación en la Santa Misa del domingo. Y renuevo un "gracias" cordial a las diferentes instituciones que han colaborado generosamente con la Santa Sede y con la Arquidiócesis de Milán para la organización del Encuentro, que ha tenido un gran éxito pastoral y eclesial, como se ha informado ampliamente en todo el mundo. Este, de hecho, ha convocado a Milán más de un millón de personas, que durante varios días han invadido pacíficamente las calles, testimoniando la belleza de la familia, esperanza para la humanidad.
El Encuentro Mundial de Milán fue una elocuente «epifanía» de la familia, que se mostró en sus diversas expresiones, así como también en la singularidad de su identidad sustancial: la de una comunión de amor, fundada sobre el matrimonio y llamada a ser un santuario de la vida, pequeña Iglesia, célula de la sociedad. Desde Milán se ha lanzado al mundo un mensaje de esperanza, fundamentada por las experiencias vividas: de que es posible y gozoso, aunque difícil, experimentar el amor fiel, "para siempre", abierto a la vida; que es posible participar como familia a la misión de la Iglesia y a la construcción de la sociedad. Que con la ayuda de Dios y la especial protección de María Santísima, Reina de la Familia, la experiencia vivida en Milán sea portadora de frutos abundantes para el camino de la Iglesia, y el auspicio de una mayor atención a la causa de la familia, que es la causa misma del hombre y de la civilización. Gracias.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
©Librería Editorial Vaticana

Publicado en Zenit

El embrión: es uno de nosotros


El embrión: uno de nosotros.
Por Maurizio Moscone
Fuente: Zenit, 8 de abril de 2012
“Se han destruido 94 embriones, 130 ovocitos y 5 muestras de líquido seminal (debido) a una elevación de la temperatura, con nivel cero de nitrógeno y el vaciamiento del tanque”. Estas fueron las declaraciones del Centro de Procreación Asistida para explicar lo que sucedió a inicios de abril en el hospital San Filippo Neri de Roma.
Los matutinos subrayaron que el accidente ha perjudicado a las parejas a las cuales estaban destinadas los embriones. A ellas, la fundación Atinori les prometió la procreación asistida gratis.
Todos se han preocupado de los futuros padres adoptivos, pero ¿quién se ha preocupado de los hijos? Alguien podrá interrogarse: ¿Por qué llamarlos hijos?, si como afirma Singer en Ética Práctica: “Los fetos, los niños recién nacidos y los descapacitados son no-personas, menos concientes y racionales de ciertos animales no humanos. Es legítimo matarlos”.
Singer es uno de los filósofos sobre bioética más famosos del mundo y no es el único que sostiene estas tesis. Por ejemplo, Engelhardt afirma en The foundations of Bioethics: “No todos los seres humanos son personas. Los fetos, los infantes, los retadados mentales graves y los que están en coma sin esperanza constituyen ejemplos de no-personas”.
Parfit por su parte, sostiene que “los niños pequeños y los viejos con grave déficit mental no son personas (...) y no lo son ni siquiera quienes temporáneamente están privados de la conciencia”.
Estos autoproclamados filósofos han obtenido una gran cantidad de seguidores no solamente entre los intelectuales sino también entre los políticos. Singer por ejemplo fue consejero del ex presidente español Rodríguez Zapatero, cuyo gobierno presentó un proyecto de ley inspirado en dicho pensamiento, según el cual los derechos de las personas se amplía hasta los monos.
El proyecto no fue aprobado debido a que cayó dicho gobierno. Pero para este especialista de bioética, los fetos, los recién nacidos y los discapacitados son no-personas, mientras que los monos antropormofos son personas.
Singer lo afirmó en 1994 en una entrevista al diario italiano L’Unitá: “Chimpancé, gorilas y orangutanes tienen una compleja y rica vida emocional; desarrollan relaciones interpersonales cercanas y duraderas; tienen una memoria de largo período y tienen autoconciencia; pueden resolver problemas muy complejos, que claramente piden reflexión; y pueden sufrir sea físicamente que psicológicamente. En una palabra son personas (sic)”.
Según el ‘filósofo’, los monos antropomorfos son personas porque son individuos conscientes, mientras los fetos, los recién nacidos y los discapacitados son no-personas, en tanto individuos privados de conciencia.
Lo que discrimina una persona de la no-persona según este pensamiento es la conciencia: si un animal o un ser humano está privado de la conciencia es una no-persona, si en cambio está conciente es una persona.
Spaemann sostiene, en Personas, sobre la diferencia entre “algo” y “alguien”, y que este modo de pensar encuentra sus orígenes en la filosofía moderna, en particular en el pensamiento de Descartes que identificaba la persona con la actividad pensante y por lo tanto con la conciencia. De hecho el filósofo se pregunta en las Meditaciones metafísicas: “¿Qué cosa soy por lo tanto yo?” y responde “una cosa que piensa”.
Posiciones análogas las encontramos en Locke, según el cual “sin conciencia no hay persona” (Ensayo sobre el intelecto humano), en donde distingue la idea de hombre de la idea de persona, la cual implica autoconciencia. Análogamente Kant, en Metafísica de las costumbres, distingue entre el ser humano como animal racional, instintivo y pasional (homo phaenomenon) y el ser humano como persona espiritual y moral (homo noumenon).
Y para concluir citamos a Hegel en la Fenomenología del espíritu, que identifica la existencia de las personas con la aparición de la conciencia individual.
La filosofía moderna seguramente ha alimentado el modo de pensar de los actuales bioéticos, quienes consideran los fetos humanos como cosas y no como personas, sin argumentar sus tesis, a diferencia de como lo hacían los filósofos antes mencionados.
Lo que une su pensamiento es una ideología neopagana, nostálgica del mundo pre-cristiano.
De hecho, escribe Singer en Ética Práctica, “Si volvemos a los orígenes de la civilización occidental, a los tiempos de los griegos o de los romanos, encontramos (…) que el pertenecer a la especie homo sapiens no era suficiente para garantizar la protección de la propia vida”.
El filósofo Rorty afirma, en Objectivity, Relativism and Truth: “Si se mira a un niño como a un ser humano, a pesar de la falta de relaciones sociales y culturales elementales, esto se debe solamente a la influencia de la tradición hebraico-cristiana y a su específica concepción de persona humana”.
Es verdad, fue el cristianismo el que afirmó la dignidad de la persona humana, desde la concepción hasta la muerte natural.
De hecho se lee en la Carta a Diogneto (siglo II), que los cristianos “se casan como todos, generan hijos, pero no arrojan a los recién nacidos” porque “es ya un hombre aquel que lo será”, sentenciaba Tertuliano.